“Pasé de reportar casos de COVID-19 en mi barrio a vivirlo en mi familia”: vigilante comunitaria


 Magdalena Zambrano, de 47 años, es una mujer guayaquileña que no se rinde; ni siquiera en los momentos más difíciles. Con sus ganas de ayudar, recorre las casas de sus vecinos en Monte Sinaí, consultando su estado de salud. “Con los niños de acá de mi sector trabajo todos los días. Visito cada hogar y me aseguro de que tengan las vacunas. A muchos niños les faltan dos o tres, en esos casos yo hago la gestión y reporto los casos para que puedan recibir sus vacunas. También identifico los casos de las adolescentes en estado de embarazo para hacerles seguimiento”, cuenta Magdalena.

Desde hace cinco años, ella es parte del grupo de 80 líderes que se han convertido en vigilantes comunitarios, con el propósito de velar por el bienestar de los habitantes de Monte Sinaí, una de las zonas de mayor vulnerabilidad en Guayaquil, donde el impacto de la pandemia se sumó a la pobreza, la falta de servicios básicos, los problemas de drogadicción, la violencia y el analfabetismo, entre otros.
Allí, donde los servicios de salud son limitados, la labor de los vigilantes comunitarios como Magdalena es fundamental. Ellos se preocupan por conocer quién tiene diabetes, asma, hipertensión u otras condiciones de salud.
También promueven que las familias completen sus vacunas de acuerdo con la edad; el registro de nacidos vivos, identifican niños y niñas con desnutrición, anemia, tuberculosis, VIH, u otros problemas de salud. Incluso verifican si están estudiando o no. Cuando hay una alerta, los vigilantes comunitarios reportan a la organización Desarrollo y Autogestión (DyA), socio implementador de UNICEF, que desde hace 10 años está presente en esta zona y se encarga de gestionar y direccionar cada caso, así como coordinar con el Ministerio de Salud Pública y otras instituciones de la localidad.
Magdalena comenta que, durante marzo y abril de este año, meses en que Guayaquil sufrió el pico más alto de COVID-19, pasaron por momentos muy dolorosos y de mucho trabajo en Monte Sinaí. “En esta cuadra de mi casa todos estuvieron contagiados con el COVID-19. Yo pasaba de casa en casa preguntando cómo estaban mis vecinos”, dice la vigilante comunitaria, quien durante ese tiempo dio seguimiento a las personas de su sector, recomendándoles que se quedaran en casa y remitiendo sus casos para que recibieran atención médica y se hicieran la prueba PCR.

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