Las temperaturas extremas, el peor enemigo de los pies

 


El calor excesivo hace que sudemos más, dando lugar a la hiperhidrosis. Como consecuencia, se pueden llegar a desarrollar hongos en las uñas. En casos más extremos, puede aparecer la enfermedad conocida como pie de atleta. Por ello, la buena higiene y la visita al podólogo serán un gran aliado.

Por otro lado, la hinchazón es otro de los principales problemas relacionados con el verano. Esto se debe al hecho de que, con temperaturas altas, los vasos sanguíneos se dilatan y las paredes se vuelven menos elásticas. En consecuencia, podemos llegar a sufrir dolor, sobre todo en el caso de personas que usan calzado ajustado o hacen deporte.

Es primordial, igualmente, tener cuidado con la radiación solar. Los pies, como el resto del cuerpo, deben estar protegidos por crema solar. Sin embargo, hay partes, como los empeines o la zona plantar, que son más sensibles al sol, por lo que se queman con más facilidad.

Valentín Mendieta, podólogo y vocero de Sana Pie señala que, “utilizar calzado ajustado puede ser perjudicial en cualquier época del año, pero más aún durante los meses más calurosos. Al llevar este tipo de zapatos, se produce una presión constante en distintas áreas del pie, lo que da lugar a ampollas y rozaduras. En muchos casos, los calcetines también contribuyen a aumentar la fricción”.

De forma indirecta, podemos atribuir también al verano el aumento de daños físicos. El empleo de calzado abierto (chanclas, sandalias, etc.) o el simple hecho de ir descalzos hace que seamos más propensos a sufrir cortes y picaduras de mosquitos, entre otros insectos.

En último lugar, la piel tiende a endurecerse. “Esta circunstancia se puede ver agravada al llevar sandalias o no hidratarlos como debemos. De la misma manera, es muy común la aparición de grietas en los talones y de sequedad en el conjunto, algo que puede ser solucionado con una crema prescrita por un médico especialista”, señala el especialista.

Como en todas las áreas de la salud, la figura del podólogo no solo debe estar presente exclusivamente si ya presentamos una dolencia, sino también para prevenirla por medio de las revisiones pertinentes. Asimismo, esta especialidad se hace cargo del pie y el tobillo, y de otras enfermedades que comienzan en esta zona y pueden afectar al resto del organismo.

Una de las principales funciones de un especialista es corregir nuestros hábitos. A menudo, llevamos a cabo prácticas que pueden ser perjudiciales para estas extremidades. Como ejemplo, el uso de un calzado muy ajustado, la mala transpiración o una higiene inadecuada pueden ser determinantes a la hora de padecer enfermedades.  Afirma, Mendieta que “ante cualquier indicio de infección, dolor o fractura, debemos contactar con nuestro médico para que realice los estudios necesarios y, con un tratamiento específico, evitemos que la afección empeore, perjudicando a nuestra forma de caminar y, por tanto, al resto del cuerpo”.

Recuerda que, el calor excesivo del verano puede ser perjudicial para todo el organismo, especialmente para nuestros pies. Contar con el apoyo de un podólogo es la mejor solución para evitar que esta estación se convierta en una fuente de afecciones y dolencias en esta parte del cuerpo.

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