Las implicaciones del "Sur" - ¿Cómo sería una moneda única latinoamericana y qué desafíos enfrentaría?
A medida que aumenta la incertidumbre en los mercados, el dólar sigue
fortaleciéndose como uno de los activos más seguros en la economía mundial.
Esto es una gran noticia para los exportadores que facturan en dólares, pero un
verdadero dolor de cabeza para las empresas que se endeudan (o pagan
dividendos) en el billete verde. Uno de estos mercados es el de América Latina,
donde la elevada inflación y la segunda "marea rosa" de victorias de
la izquierda han reanudado la conversación sobre la propuesta de una moneda
única latinoamericana. Pero, ¿qué aspecto tendría? ¿Y cómo funcionaría?
Veámoslo.
El principal argumento para crear una moneda regional latinoamericana
es, como dijo Lula, el favorito para ser el próximo presidente de Brasil,
"liberarse del dólar estadounidense", es decir, una moneda
independiente y unificada reduciría la dependencia de la región del dólar, la
moneda de reserva estadounidense. Esta propuesta de moneda única, el
"Sur", tal y como la describe el economista Gabriel Galípolo,
simpatizante de Lula, en la Folha de São Paulo, no sustituiría
a las monedas soberanas como lo hizo el euro en 1999. En cambio, se utilizaría
para el comercio con América Latina, en lugar de tener que cambiar los bienes
en dólares estadounidenses cuando estos cruzan las fronteras.
Una "moneda comercial" de menor cobertura no es tan
descabellada como pueda parecer, y una moneda similar ya ha tenido cierto éxito
en la región. Esta moneda, denominada SUCRE (Sistema Unificado de Compensación
Regional) se ha utilizado como medio de cambio alternativo al dólar para el
comercio entre Venezuela, Bolivia, Ecuador, Cuba y Nicaragua desde 2010. En su
año más exitoso, en 2012, el SUCRE se utilizó en 2,646 transacciones por un
valor de más de 1,000 millones de dólares. Sin embargo, desde el desplome
económico de Venezuela, la moneda ya no es tan utilizada.
Esto nos lleva a la mayor dificultad para crear una moneda
independiente para América Latina y es que, cualquier unión monetaria implica
una unión política. La anteriormente conocida "Alianza Bolivariana para
los Pueblos de Nuestra América", utilizaba el SUCRE
como moneda regional, para contrarrestar lo que consideraba la hegemonía
económica de Estados Unidos en la región. El "Sur" también tendría
que enfrentarse a que su existencia fuera antagónica a la de Estados Unidos,
que hasta hace poco tenía una larga y controvertida historia como el mayor
socio comercial de la región. Esa corona ha sido arrebatada desde entonces por China,
lo que puede ser el detonante geopolítico para lograr el sueño del
"Sur".
Como admitió Lula durante una entrevista en 2019, la alianza
BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) tenía planes de crear una
moneda propia, a lo que Obama se opuso, ya que el gobierno estadounidense lo
consideró una subordinación económica. El Mercosur (Mercado Común del Sur), con
sus cuatro miembros principales que son Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay,
y sus siete miembros asociados, que son Chile, Bolivia, Colombia, Ecuador,
Guyana, Perú y Surinam, sería una unión económica menos controvertida. Ya que,
se consolidaría con una moneda comercial única y no con una moneda de
sustitución soberana como el euro.
Por supuesto, incluso este paso relativamente pequeño hacia la
independencia monetaria no estaría exento de dolores de cabeza fiscales. Las
monedas latinoamericanas son notoriamente volátiles y están expuestas a la
"dolarización", mientras que la política fiscal y la buena voluntad
política pueden cambiar de un gobierno a otro. ¿Cómo podría Venezuela, por
ejemplo, actualmente suspendida del Mercosur y que sufre repetidas espirales de
hiperinflación, ser capaz de compartir una moneda con Chile, un país conocido
por su conservadurismo fiscal?
La política económica es el compromiso entre objetivos contrapuestos,
que van desde el crecimiento y el pleno empleo hasta la gestión de la inflación
y la estabilización de la moneda. Cada uno de estos objetivos afecta de forma
diferente a los distintos grupos (y países), un determinado nivel de inflación
considerado tolerable por un gobierno puede ser visto como un estado en crisis
por otro. Estas compensaciones se justifican y gestionan a través de la
política local. Sin embargo, como hemos visto en la eurozona, lo conveniente
para una potencia industrial como Alemania puede no ser aceptable para naciones
dependientes de las importaciones como Grecia o Portugal. Estas tensiones se
encuentran en el núcleo de la unión monetaria.
Estos son sólo algunos de los retos a los que se enfrentan Lula y
cualquier otro partidario de la moneda única si él es reelegido presidente de
Brasil y completa la segunda "marea rosa" que recorre el continente.
Sin embargo, el hecho de que haya vuelto a hablar del "Sur" significa
que es una idea que merece ser tomada en serio por los analistas desde
distintas perspectivas.
Una moneda regional tendría un fundamento económico perfectamente
plausible y lógico. Sin embargo, como ocurre con todos los acuerdos
multilaterales, el problema estaría en los detalles.
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