Diversidad genética de las leguminosas: una oportunidad frente al cambio climático y la inseguridad alimentaria
El reporte de
científicos ecuatorianos publicado en la revista Scientific Reports del grupo
Nature destaca la importancia del estudio realizado con leguminosas en el sur
de Ecuador. Los hallazgos son noticias alentadoras para el manejo y
conservación de cultivos ante los efectos del cambio climático, cuyos signos
vitales se describen a continuación.
El mundo está atravesando un proceso de cambios
acelerados producto del calentamiento global, provocado por el aumento de las
actividades humanas relacionadas con la quema de combustibles fósiles como
carbón, petróleo y gas natural, que según el portal Global
Climate Change: Vital Signs of the Planet de la NASA, ha
contribuido al aumento del dióxido de carbono en la atmósfera en un 150% desde el
año 1750 hasta la actualidad. Esto significa que esta
afectación inducida por el hombre es mayor a la generada por la naturaleza, si
se compara con la última Edad de Hielo, hace 21 mil años, y que terminó hace
11.500 años.
De acuerdo con el informe de la Organización de las Naciones Unidas
publicado en 2023, se analizaron 14 mil artículos científicos de
los cuales se extrae cinco puntos clave considerados como ALERTA
ROJA para la humanidad. Estos son: registro de temperaturas más altas
en los últimos cinco años desde 1850, aumento del nivel del mar, olas de calor
más frecuentes, aumento de fuertes lluvias y sequías y glaciares derretidos.
Este último es el más preocupante porque las gigatoneladas de agua procedentes
del deshielo de glaciares y capas de hielo y la expansión del agua del mar
dejarían a la tierra a merced de inundaciones.
La alerta roja además advierte que el aumento del dióxido de carbono CO2,
conocido como gas de efecto invernadero y causante del calentamiento de la
Tierra, incide principalmente en las plantas y animales modificando el código
genético de los seres vivos y las redes de alimentación. El calentamiento
global ya está afectando a la humanidad de formas significativas. Esto incluye
la imprevisibilidad en la pesca, cambios en los rendimientos agrícolas,
una disminución de la diversidad genética tanto en especies cultivadas como
silvestres, y un aumento en el impacto de plagas y enfermedades. Estas
consecuencias evidencian cómo el cambio climático afecta directamente tanto a
la biodiversidad como a la seguridad alimentaria.
Ante este escenario, la comunidad científica acelera el paso con las
investigaciones para hallar alternativas para el manejo y conservación de
especies como las leguminosas. Este es el caso del equipo de investigadores
dirigido por el Dr. Pablo Acosta Quezada de la Universidad
Técnica Particular de Loja, miembro del Grupo de Investigación
Bio-Agro, que, en colaboración con el Dr. Mario Ruiz González,
perteneciente al Instituto Universitario de Conservación y Mejora de la
Agrodiversidad Valenciana (COMAV), analizaron el material
genético de variedades locales de diversas especies taxonómicas del fréjol
común, lima y caupí, sembradas tradicionalmente en Loja, al sur de Ecuador, en
condiciones de frío o de calor para comprender su potencial. Esto dio paso a
conocer sus condiciones productivas y de resiliencia ante nuevas condiciones
climáticas.
Esta investigación innovadora permite a los agricultores disponer de
todos los recursos necesarios para motivar el cultivo de leguminosas recuperando y
conservando variedades locales con potencial para su seguridad alimentaria y
con una oportuna adaptabilidad ante el cambio climático. Este descubrimiento se
realizó tras haber desarrollado diversos ensayos en parcelas a campo abierto y
en invernaderos. En territorio se trabajó con la colaboración de los
estudiantes de las carreras de Biología y de Agropecuaria.
Esta investigación y sus resultados representan una nueva oportunidad
para hacer frente al cambio climático y la inseguridad alimentaria porque, al
someter estas variedades a distintas condiciones como temperatura, humedad
ambiental y contenido de agua en el suelo, se ha podido conocer cómo cada una
de las variedades locales de fréjol se comportan. Estudiaron
principalmente los caracteres morfológicos: tamaño de la planta,
formas de las hojas, tipo de flores, el tamaño, la forma de las vainas y de las
semillas. Asimismo, la fenología que se refiere a aquellos
eventos particulares que experimentan las plantas (germinación, formación de
hojas, flores y frutos) y la producción, es decir, la cantidad de
vainas y semillas que produce cada planta dependiendo de su variedad y de las
condiciones de cultivo.
Un dato importante que menciona el investigador Acosta es el uso
de la tecnología a través de escáneres y softwares específicos para el análisis
digital de la morfología, partes u órganos de las plantas de cada variedad.
Este trabajo tomó aproximadamente un año y medio por la amplitud del estudio.
Se evaluó 49 caracteres agromorfológicos y 17 fenológicos en un total de 480
plantas. Este número corresponde a 12 variedades de fréjol, nueve de estas
pertenecientes al fréjol común (Phaseolus vulgaris), una al fréjol
lima o pallares (P. lunatus) y dos al fréjol caupí (Vigna
unguiculata) colectadas en fincas pequeñas de productores de la región
andina y que se conservan en el Banco de Germoplasma de la UTPL.
Finalmente, Pablo Acosta señala que los resultados de cada variedad
presentaron una mejor adaptabilidad y productividad ante condiciones más
cálidas propias de los valles interandinos que se caracterizan por poseer una
menor humedad ambiental y también bajo contenido de humedad en el suelo,
mientras que otras especies de plantas reflejan una mejor adaptación a
temperaturas más bajas, con mayor humedad ambiental y de suelo. Un
hallazgo importante de este estudio es que se dispone de los recursos fitogenéticos
para diferentes escenarios climatológicos (frío o calor), lo que genera
alternativas de resiliencia ante el calentamiento de la tierra producto de un
cambio climático agresivo.
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