El cambio climático y sus efectos en la generación de energía en Latinoamérica
El 24 de octubre
se conmemora el Día Mundial contra el Cambio Climático, destacando la urgencia
de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. La Organización
Meteorológica Mundial (OMM) advierte de que los niveles récord de estos gases
están provocando un alarmante aumento de temperaturas, acidificación de los
océanos, retroceso de glaciares y pérdida de hielo en la Antártida. En este
contexto, Ecuador es uno de los países que ha experimentado los impactos de la
emergencia climática a través de una crisis energética sin precedentes, con
cortes de electricidad de hasta 14 horas diarias. La sequía, los problemas
operativos en las centrales eléctricas y el aumento de la demanda de energía
han contribuido a esta difícil situación.
Países como
Venezuela, Brasil y Argentina también han enfrentado desafíos similares en los
últimos años. En Ecuador, esta crisis ha afectado significativamente al sector
productivo, con pérdidas estimadas a los $496 millones, según la Cámara de la
Pequeña y Mediana Empresa de Pichincha (Capeipi).
La crisis
energética y la emergencia climática están afectando de manera desproporcionada
a las poblaciones más vulnerables. "La crisis energética no solo agrava la
desigualdad social y el empobrecimiento, sino que también socava el acceso a
servicios esenciales como la atención de salud", advierte Roberto Álvarez,
director de la Escuela de Ingeniería Industrial y experto en movilidad
sostenible de la Universidad Nebrija. Las mujeres, niños, minorías étnicas,
personas mayores y aquellos con enfermedades crónicas son los más perjudicados
por este escenario. Los fenómenos meteorológicos extremos y los impactos en los
sistemas alimentarios agravan aún más la situación, afectando la calidad de
vida y el bienestar de millones de personas.
La OMM considera
crucial duplicar la producción de electricidad a partir de fuentes limpias en
los próximos ocho años para frenar el calentamiento global y evitar una crisis
energética que afectaría incluso el suministro de energías renovables. En este
escenario, Álvarez recuerda que los combustibles fósiles como el petróleo, el
gas natural y el carbón, siguen siendo las principales fuentes de energía a
nivel mundial, lo que acelera el agotamiento de los recursos y agrava el cambio
climático. "El aumento global en el consumo energético, impulsado por el
crecimiento económico y demográfico, ha intensificado la demanda de estos
recursos. La alta dependencia de combustibles fósiles limita la diversificación
energética y, sumado a los conflictos en regiones ricas en estos recursos, la
producción y distribución de energía se ven gravemente afectadas",
explica.
Aunque la crisis
energética actual representa un desafío importante, también ofrece oportunidades
para la innovación y el desarrollo de nuevas tecnologías en el campo de las
energías renovables. Álvarez señala que la transición hacia una economía
descarbonizada es no solo necesaria, sino también inevitable. "El
desarrollo de nuevas tecnologías y la inversión en energías renovables no solo
modernizarán el sector energético, sino que también generarán empleos en un
mercado que demandará cada vez más profesionales capacitados", asegura.
El papel de la educación
El director de la
Escuela de Ingeniería Industrial de la Universidad Nebrija destaca que la
educación y la concienciación ciudadana son esenciales en la lucha contra el
cambio climático y la crisis energética. "Iniciativas globales, como los
Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), subrayan la necesidad de fomentar una
cultura de cuidado del clima desde la infancia. La alfabetización ambiental
permitirá a las futuras generaciones comprender las causas y consecuencias del
cambio climático, y actuar en consecuencia", afirma.
Las instituciones
educativas, como la Universidad Nebrija, tienen un papel fundamental en la
formación de profesionales que puedan enfrentar estos desafíos. "La
preparación académica es clave para ofrecer soluciones sostenibles que puedan
mitigar los efectos del cambio climático y la crisis energética", concluye
Álvarez.
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