Salud renal: un pilar fundamental para el bienestar del organismo
Los riñones son
órganos esenciales en el cuerpo humano, encargados de filtrar toxinas y
desechos de la sangre para eliminarlos a través de la orina. Sin embargo, su
función va mucho más allá de la simple depuración. Estos órganos juegan un
papel clave en la regulación de la tensión arterial, el metabolismo óseo y el
equilibrio de electrolitos como sodio y potasio. Además, producen hormonas
fundamentales para la salud, como la renina, que ayuda a controlar la presión
arterial, y la eritropoyetina, encargada de estimular la producción de glóbulos
rojos en la médula ósea.
Para el Dr.
Anghelo Narváez Rodríguez, médico especialista en nefrología, el impacto de los
riñones en el organismo es profundo, ya que trabajan en estrecha relación con
otros sistemas como el cardíaco, hepático, óseo, respiratorio, intestinal y
endocrino. Su adecuado funcionamiento es crucial para mantener la homeostasis
del cuerpo, es decir, el equilibrio interno que permite que todos los procesos
metabólicos se desarrollen correctamente. Cuando los riñones están sanos,
favorecen un buen estado de salud en general, permitiendo que el metabolismo,
el sistema cardiovascular, la estructura musculoesquelética y la función mental
operen de manera óptima.
La enfermedad
renal crónica (ERC) representa una creciente crisis de salud pública en América
Latina. Según el Consenso Latinoamericano 2024, la prevalencia de la ERC en la
región es del 10.5%, superando el promedio global del 9.5%. Este incremento
está relacionado con el aumento de enfermedades como la diabetes y la
hipertensión, así como con el envejecimiento de la población y factores
ambientales. Además, las estadísticas revelan una significativa disparidad en
las tasas de trasplantes renales, con un promedio de 68.8 por millón de
personas en América Latina, muy por debajo de los estándares de Europa
Occidental. La falta de políticas de salud renal efectivas y sostenibles agrava
la situación, dejando a muchos pacientes sin acceso adecuado a tratamientos.
Para el Dr.
Narváez Rodríguez, catedrático de la UIDE, mantener la salud renal requiere
adoptar hábitos de vida saludables. La práctica regular de ejercicio
cardiovascular es una de las estrategias más efectivas, ya que mejora la
circulación y ayuda a controlar factores de riesgo como la hipertensión y la
obesidad. También es fundamental llevar una dieta equilibrada, reduciendo el
consumo de sal conforme a las recomendaciones de la Organización Mundial de la
Salud (OMS), mantenerse bien hidratado según las necesidades individuales y
evitar el tabaquismo y el consumo excesivo de alcohol. Otro aspecto clave en la
prevención es el uso responsable de los medicamentos. La automedicación puede
tener consecuencias negativas para los riñones, ya que algunos fármacos pueden
contribuir a su deterioro. Por ello, es recomendable siempre consultar con un
especialista antes de consumir cualquier medicamento de manera prolongada.
Además, quienes
presentan factores de riesgo como diabetes, hipertensión arterial u obesidad
deben realizar chequeos médicos periódicos. Estas enfermedades son las
principales causas de insuficiencia renal crónica a nivel mundial, por lo que
un control adecuado de la glucosa y la presión arterial es fundamental para
prevenir el daño renal. El deterioro de los riñones suele ser secundario a
otras patologías. La diabetes mellitus es la principal causa de enfermedad
renal crónica en el mundo, seguida de la hipertensión arterial. La obesidad
también representa un factor de riesgo importante, al igual que enfermedades
obstructivas como la hiperplasia prostática benigna y la litiasis renal.
Además, algunas enfermedades oncológicas pueden afectar la función renal y
comprometer la eliminación de desechos del organismo.
Es importante
destacar que no existen alimentos o bebidas específicas que prevengan el daño
renal de forma aislada. Sin embargo, mantener una alimentación balanceada, con
un adecuado consumo de proteínas y vegetales, y una hidratación suficiente,
contribuye a la salud general del organismo y, por ende, a la protección de los
riñones. Cuando una persona ya ha sido diagnosticada con enfermedad renal, el
tratamiento debe incluir estrategias nutricionales y farmacológicas
específicas, siempre bajo la supervisión de un especialista. En estos casos, la
dieta puede jugar un papel fundamental en la ralentización de la progresión de
la enfermedad, pero debe ser personalizada según las necesidades de cada
paciente.
Para quienes no
presentan factores de riesgo, la prevención debe centrarse en la actividad
física regular, una alimentación saludable y la eliminación de hábitos
perjudiciales como el tabaquismo y el consumo excesivo de sodio y alcohol. Se
recomienda realizar actividad aeróbica durante al menos 150 minutos por semana,
seguir una dieta rica en vegetales y proteínas de alto valor biológico y
mantener una hidratación adecuada. En el caso de personas con predisposición a
enfermedades renales, además de adoptar estas medidas, es fundamental un
control médico riguroso que incluya el monitoreo de la presión arterial y los
niveles de glucosa en sangre.
Cuidar los
riñones es esencial para garantizar una buena calidad de vida a lo largo del
tiempo. La prevención y el control oportuno pueden marcar la diferencia entre
una función renal saludable y la aparición de enfermedades crónicas que
impacten el bienestar general.
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